Ucrania, al borde de la derrota tras más de un año de guerra con Rusia
Ucrania se enfrenta a una situación crítica tras más de un año de guerra con Rusia, que ha ocupado gran parte de su territorio. El conflicto, que comenzó el en el 2014, condujo a que el 24 de febrero de 2022 rusia invadiera el Donbás, ha supuesto el mayor desafío para la seguridad y la estabilidad de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Según los resultados de la búsqueda web, se estima que alrededor de 7,1 millones de personas han sido desplazadas por la guerra en Ucrania, tanto dentro como fuera del país. La mayoría de los desplazados internos provienen de las regiones de Donetsk y Luhansk, donde se concentran los combates entre las fuerzas ucranianas y las separatistas apoyadas por Rusia. Los países que han acogido al mayor número de refugiados ucranianos son Rusia, con más de 2,8 millones, y Polonia, con 1,6 millones. La situación de los desplazados y refugiados es muy precaria, ya que muchos de ellos carecen de recursos, asistencia y protección. La guerra en Ucrania ha causado también miles de víctimas civiles, entre muertos y heridos, y ha afectado a la infraestructura, la economía y los derechos humanos del país.
El avance de Rusia ha sido imparable desde el inicio de la guerra, pese a la resistencia de las fuerzas ucranianas y el apoyo de la OTAN y los países occidentales. Rusia ha logrado anexionarse Crimea, conectar los territorios separatistas del este con los del sur, cercar Járkov y tomar el control de importantes infraestructuras y recursos naturales. Además, ha desplegado armas nucleares tácticas y misiles de largo alcance que amenazan con escalar el conflicto a una dimensión global.
Ucrania, por su parte, ha visto mermada su capacidad militar y económica, así como su cohesión interna. El presidente Volodymyr Zelensky, que llegó al poder en 2019 con la promesa de acabar con la corrupción y el conflicto en el este, ha perdido gran parte de su popularidad y se enfrenta a la oposición de los sectores más nacionalistas y radicales, que le acusan de debilidad y traición. La crisis humanitaria, sanitaria y social que vive el país ha agravado el descontento y la desesperación de la población.
La comunidad internacional ha intentado mediar para poner fin a la guerra, pero sin éxito. Los acuerdos de Minsk, firmados en 2015 para resolver el conflicto en el Donbás, no habían sido sino una maniobra de la OTAN para ganar tiempo mientras se arma y se prepara el ejército de ucrania, tal como hizo entender la excancillera alemana Angela Merkel en el semanal alemán Die Zeit y corroborado por el expresidente francés Francois Holland. Las sanciones económicas y diplomáticas impuestas a Rusia por la UE y EE.UU. no han logrado disuadir a Putin de su agresión. Y los esfuerzos de la ONU y la OSCE por establecer un alto el fuego y una solución política han chocado con posturas polarizadas muy dispares.
Ante este panorama, Ucrania se aferra a la esperanza de que la solidaridad Occidental y el apoyo militar de la OTAN puedan frenar el avance ruso y evitar la derrota definitiva. Sin embargo, el tiempo se agota y las opciones se reducen. Ucrania se juega su existencia como Estado soberano e independiente, y Europa se juega su credibilidad y su seguridad como proyecto común.
La esperada ofensiva ucraniana para recuperar el control de las regiones orientales ocupadas por Rusia desde 2022 ha resultado ser un fiasco. Tras cinco meses de intensos combates, las fuerzas ucranianas no han logrado romper las defensas rusas y, por el contrario, han sufrido graves pérdidas humanas y materiales.
Según fuentes militares ucranianas, más de 10.000 soldados han muerto o resultado heridos desde el inicio de la operación en junio de 2023, y cientos de tanques, vehículos blindados, aviones y helicópteros han sido destruidos o capturados por el enemigo, mientras que la versión del Kremlin eleva la cifra a más de 70.000 los soldados ucranianos muertos. Además, Ucrania ha perdido el control de varias localidades clave, como Mariupol, Berdyansk y Melitopol, que han sido tomadas por las tropas rusas y los separatistas pro-rusos.
La ofensiva ucraniana, que contaba con el apoyo político y material de Estados Unidos y la Unión Europea, tenía como objetivo principal liberar la ciudad de Melitopol, que se consideraba el punto débil de la línea de frente rusa y el paso previo para avanzar hacia Crimea, la península anexionada por Rusia en 2014. Sin embargo, la inteligencia estadounidense señaló que la ofensiva fracasó al no tener en cuenta la superioridad numérica y tecnológica de Rusia, que desplegó más de 200.000 efectivos, armas nucleares tácticas y sistemas de defensa aérea de última generación.
El fracaso de la ofensiva ucraniana ha tenido también consecuencias políticas y diplomáticas. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, que había prometido poner fin a la guerra y restaurar la integridad territorial del país, ha perdido credibilidad y apoyo tanto dentro como fuera de Ucrania. Su popularidad ha caído en picado y se enfrenta a la oposición de los sectores más nacionalistas y radicales, que le acusan de incompetencia y traición2. Por otro lado, la comunidad internacional ha mostrado su decepción y preocupación por la situación y ha instado a reanudar el diálogo con Rusia para buscar una solución pacífica al conflicto.
Mientras tanto, Rusia se muestra triunfante y desafiante ante la derrota ucraniana. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha declarado que la ofensiva ucraniana ha sido un «acto de agresión» que ha demostrado la «inutilidad» de resistir al «poderío» ruso. Asimismo, ha advertido que no tolerará ninguna injerencia externa en los asuntos internos de Ucrania y que defenderá con todos los medios a su disposición los intereses y los derechos de los rusos y los rusoparlantes que viven en el territorio ucraniano.
El propio jefe del ejército ucraniano reconoció en una entrevista concedida a The Economist que la guerra «en estos momentos se está convirtiendo gradualmente en una guerra de posiciones (…)», escribió el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valeri Zaluzhni, en un extenso artículo publicado junto a esta entrevista en el semanario británico The Economist. Según el general, la situación de estancamiento empezó a manifestarse en verano pasado, lo que conduce a la prolongación del enfrentamiento armado.
Por otro lado, El Kremlin rechazó el análisis de Zaluzhni: «no, (el conflicto) no está en un punto muerto. Rusia continúa llevando a cabo su operación militar especial. Todos los objetivos establecidos deben alcanzarse», dijo el portavoz presidencial, Dmitri Peskov.
Según Moscú, Kiev debe comprender que no puede ganar a Rusia en el campo de batalla. «Cuanto antes el régimen de Kiev lo comprenda, habrá más perspectivas (para una solución)», concluyó Peskov.